Valencia (9ª de abono): Puerta grande para Enrique Ponce y oreja de Ley para Cayetano.

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Valencia. Lunes 16 de Marzo. Novena de Fallas. Lleno de "No Hay Billetes". Tiempo apacible con un viento fuerte que molestó durante la lidia.

Toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación y comportamiento. Nobles y manejables en conjunto, resultaron justos de casta y raza aunque con una nobleza que los hicieron manejables. El sexto de la tarde un toro muy complicado. Los dos mejores fueron el primero y el cuarto.

Enrique Ponce, oreja tras aviso en ambos.
José María Manza
nares, palmas tras aviso y silencio.
Cayetano, silencio y oreja tras aviso.

Buenos pares de José María Tejero y Curro Javier a primero, cuarto y quinto. Enrique Ponce salió por trigésima quinta vez por la puerta grande.

Valencia (Esp.).- La novena de fallas debía de ser para Enrique Ponce, y todo el público congregado en la plaza, para disfrutar de uno de los dos mejores carteles de la feria, conspiró para que finalmente se lograra el objetivo: izar a hombros al maestro de Chiva. Tarde de cara y cruz la que se vivió en Valencia, donde la gloria en forma de puerta grande se la llevó Enrique Ponce tras dos faenas magistrales y la cruz gloriosa en forma de actuación épica con voltereta espeluznante incluida, se la llevó Cayetano en el q
ue cerraba plaza.

Los toros de la ganadería de Juan Pedro Domecq reseñados para la tarde no se salieron del guión protagonizado en estos últimos años y con una correcta presentación, incluso por debajo de lo exigido en plaza de primera como lo fue el trapío del anovillado quinto de la tarde, adolecieron de casta, fuerzas y raza en líneas generales, si bien destacaron por noble, calidad y un poco más de recorrido los corridos en primero y cuarto lugar, así como también destacó, por muy complicado, el que cerraba plaza.

El maestro de Chiva volvió una vez más a dar una lección de ciencia taurómaca en el día de su decimonoveno cumpleaños de alternativa y lo hizo con dos toros de muy distinta condición pero que en sus manos, benditas muñecas, le sirvieron para cuajar dos faenas perfectas en su concepción, en su técnica, en su pulcritud y su planteamiento. Flojo el primero, a penas picado por la justeza de fuerzas pero con clase para dar y tomar, Ponce lo tocó con suavidad en los cites, y con paciencia y una lucha intermitente por el impertinente viento que hizo acto de presencia, fue cuajando un trasteo en el que fue templando poco a poco la embestida. El juanpedro, que recuperó el fuelle y fue a más sin abandonar la falta de fuerzas durante el trasteo, se templó en las manos de Ponce y éste fue cuajando una obra en la que lo mejor vino sobre la mano diestra cuando pudo alargar la embestida, templarla con suavidad y de forma impoluta resolver la tanda de toreo en redondo profunda y llena de enjundia. Quizás le faltó a la faena un poco más de transmisión por la condición del toro, un tanto anodino y muy condicionado por esas fuerzas, al que no se le pudo bajar la mano a penas, y ya se sabe que si el toreo no es rematado por abajo, en ocasiones éste pierde profundidad. Pero claro, estaba frente a él, Enrique Ponce, y de este modo terminó por cuajar un trasteo pulcro, perfecto, suave, templado a media altura, elegante, ligado, de metraje largo y rematado de una gran estocada. Se le pidieron las dos, pero se le concedió con justeza una oreja. Y con el cuarto fue una faena más compacta, de mayor entidad, profundidad y con varias tandas de toreo excelente. El juanpedro no se salió del guión y también resultó muy justo de fuerzas aunque con nobleza y clase para hacer el toreo suave y templado del que es maestro Ponce. Lo recibió por verónicas templadas, reunidas, cuidando la endeblez del animal y rematándolas con una media que fue lo mejor del recibo de capote como también lo hizo en su primero. Y tras el brindis a la Fallera Mayor de Valencia, a tal brindis tal honor, comenzó por abajo con temple, con poder, con suavidad, con garbo en una serie de toreo en redondo llena de calidad, prestancia y buen son. A más fue su obra, que fue cuajando con tempo, con los tiempos justos para que se repusiera el animal, con mimo, con torería, con garbo y dominio sobre todo por el pitón derecho, mucho más complicado que el izquierdo. De nuevo quizás le faltó intensidad al trasteo por la condición del animal, pero allí estaba Ponce y de nuevo en sus manos, el toro acabó pareciendo otro. Toreo clásico, perfecto, lleno de enjundia donde los mejores momentos vinieron en varias tandas al natural con la cintura rota, alargado el brazo y el temple de los elegidos. Ni una apretura, ni una tensión, todo natural y normal, una delicia, toreo macizo, puro, de quilates en esta ocasión. Y tras estas tandas, el colofón con un toro desengañado por el pitón derecho, un toreo en redondo intenso, cuajado, despacioso aun sin poder bajarle la mano todo lo que él quisiera. La estocada precedida de pinchazo hizo el resto. Puerta Grande para el maestro.

Pero faltaba el complicado sexto y la épica en tarde de clavel, políticos, mujeres guapas y hombres con sus mejores galas para tarde de tanto glamour. La casta y raza torera la puso Cayetano al más puro estilo Rivera. Salió a por todas. Sabía Cayetano que la plaza estaba con él y que Valencia le quiere y literalmente, atropellando la razón tras un brindis emotivo y un tanto provocador a su hermano Francisco se hincó de rodillas y recibió al astado con un arrebatado toreo en redondo. La plaza boca abajo y la tensión disparada. Se rajaba el animal, hacía amagos de querer robarle la vida, le soltó un gañafón por el pitón izquierdo y ahí se vio que la faena era zafarrancho de combate. Cogida espeluznante de impacto brutal, segundos angustiosos en los que la grave cornada de vio, todos en el ruedo buscando el quite providencial y el torero merced al juanpedro. Surgió el milagro. Rota la taleguilla del encuentro con el toro, lastimado el torero giró su mirada hacia el animal y a partir de ahí, subió el diapasón emotivo del trasteo. O tú o yo, debió pensar Cayetano y fue finalmente él. Faena de sentimiento toreo en estado puro y tras la estocada, flamear de pañuelos pidiendo un doble premio a un trasteo épico que devolvía a la Fiesta el sentido glorioso de la victoria de la vida sobre la muerte. Sólo fue una oreja pero el gesto, la gesta y todo lo demás estaban ya presentes. Cayetano también habló en Valencia y lo dejó claro, tampoco viene a pasar esta Temporada como si nada. Con el tercero poco pudo hacer.

Finalmente Manzanares, el deseado, el esperado, el garante de uno de los mejores toreos clásicos de estos últimos años, poco pudo hacer con un lote muy deslucido. Dos silencios demuestran la tarde del alicantino en las fallas. Otra vez será.

Firmado: Alfonso Sanfelíu

Fotografía: Paco Ferrís