Enrique Ponce abre la puerta grande tras una faena de magisterio al quinto.

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Valencia. Jueves 19 de Marzo. Decimotercera de fallas. Casi lleno.

Seis astados de Garcigrande, desiguales de presentación en líneas generales. Encastados en mayor o menor grado con clase y nobleza en conjunto. El primero, bravo a más; el segundo, noble y con clase; el tercero fue reservón pero de embestida emocionante, codiciosa y repetidora cuando entraba en la muleta; el cuarto, el más parado; el quinto, exigente y encastado de los que había que poderle y el sexto también problemático.

Luis Francisco Esplá, silencio tras aviso y saludos.
Enrique Ponce, saludos tras aviso y dos orejas tras aviso.
Vicente Barrera, saludos tras aviso y palmas.

El alicantino Luis Francisco Esplá se despidió de la afición valenciana y brindó su último toro en esta tierra al torero de plata Domingo Navarro. También destacó el banderillero Paco Peña en el tercero de la tarde tras parear de manera muy efectiva.

Valencia (Esp.).- No se le escapó el triunfo a Enrique Ponce en una tarde en la que había que dejar a las claras quien es, uno de los mejores toreros de la historia. Le hacía falta a Ponce un triunfo sin fisuras, rotundo, contundente y casi sin discusión en estas fallas, y lo hizo ante su público y ante José Tomás que estaba entre el respetable siguiendo la tarde. Y para ello, para ver la respuesta enrazada de una figura del toreo hizo falta que saliese el toro complicado que pone en jaque la clarividencia del de Chiva y le obliga a crecerse ante la adversidad peleándose como un jabato a sangre y fuego con el Garcigrande.

Faena al quinto de la tarde de las muy importantes, sólo al alcance de los toreros importantes y poderosos, necesarias para dar un paso más en la carrera de un hombre que lo tiene todo, pero al que se le exige cada día más y que hoy tuvo la oportunidad de marcar de nuevo su territorio en el toreo. El toro de Garcigrande fue complicado, de los comprometidos, al que había que hacerle las cosas muy bien para que no ganase la pelea. Lo entendió así Enrique y planteó una sabia faena en la que poco a poco le pudo al animal hasta cuajar un trasteo poderoso, entregado, fibroso, enrazado y magistral. Los doblones de comienzo demostrando a la res quien mandaba en la faena y fueron clave para ir desengañando y pudiéndole al toro hasta encelarlo y dominarlo. Y a partir de ahí, templadas series, ganándole la acción al toro para forzar su repetición a la vez que el animal se atemperaba. La explosión del torero de Chiva vino con varias series en redondo en las que metiéndose con el toro, encajada la planta, sometiéndolo mucho y dejándole los engaños muy puestos, logró poner la plaza boca abajo. Se desbordó la pasión aclamando la faena con un cierre en las tablas poderoso y portentoso, que remató con una estocada caída que no fue motivo para no pasear las dos orejas.

Antes, con el noble segundo de la tarde no se le vio igual. Por encima el toro de Garcigrande, Ponce estuvo eléctrico en su actuación. Nunca terminó de tomarle el aire a la res por lo que siempre cuajó pases en la media altura y media distancia hecho que ocasionó que la faena no terminara de alcanzar la profundidad ni la plasticidad que se esperaba. Trasteo desigual, largo en duración y un tanto a contraestilo, según nos tiene acostumbrado Ponce, que pasó sin pena ni gloria.


Por su parte, el alicantino Luis Francisco Esplá tuvo en sus manos el toro más completo de la tarde, el primero. Un astado con clase, nobleza, codicia, repetidor en las telas y bueno, que no fue entendido por el veterano diestro. Tal es así, que le vimos el segundo tercio de banderillas más desajustado de estos últimos años, sin precisión en la reunión, en la colocación del par ni en su ejecución. El de Garcigrande fue un toro que sirvió con creces para hacer el buen toreo, pero Esplá no estuvo a su altura. Ligerito, superficial, embarullado, sin darle un hilo argumental a la faena, perdió la opción de cuajar una gran obra a su estilo. Después, con el cuarto, tampoco pudo hacer mucho, salvo salvar los muebles con un segundo tercio más ajustado e importante a la par que efectivo. Brindó la muerte del último toro lidiado en Valencia, al subalterno Domingo Navarro, y tras el detalle una nueva faena en la que equivocó las distancias en el cite y a la que le faltó nervio, entrega, pasión, ajuste en los pases y torería. No fue la tarde de Esplá, que se despidió con luces y sombras de Valencia.

Y quien tampoco tuvo su tarde y se le vio francamente a la deriva fue a Vicente Barrera. Respuesta de pundonor y valentía ante el complicado sexto de la tarde, la que tuvo el valenciano, con todo a la contra y sabiendo que Enrique Ponce le había ganado una vez más la partida en Valencia. Pero no pudo triunfar en la única actuación en su tierra. Se lidió mal este garcigrande que cerraba feria y por llegó al último tercio con muchas complicaciones por ambos pitones, hasta el punto de intentar echarse a los lomos al diestro. Trasteo de lucha sin efectividad ni a penas lucimiento, en la que al final, toro y torero, quedaron prácticamente, en tablas. Y en el tercero, tampoco se le vio mucho más claro que en el sexto. Astado con acusada querencia a tablas su comportamiento fue desigual, un tanto reservón en el último tercio pero al que si se le sometía y se le mandaba en la embestida, podría haber servido para un gran e importante triunfo. El toro tuvo cinco o seis tandas de cinco o seis arrancadas cada una, emocionantes. Lo suficiente para una faena compacta, entregada, poderosa, llena de valor y torería. Pero Barrera no acertó o no quiso ver y se limitó a esperar la arrancada de la res y a acompañarla componiendo la figura en cada pase como pudo. Una lástima este garcigrande porque entiendo que era de triunfo serio y a Barrera en esta ocasión se le escapó. Saludos cariñosos desde el tercio igualmente que en el sexto.

Texto: Alfonso Sanfelíu
Imágenes: Paco Ferrís