Percance de Carlos Durán.

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Martes 21 de julio. 3ª de la Feria de San Jaime. Un tercio de plaza.

Un novillo de Los Chospes (1º) y cinco de María José Barral (6º bis) desiguales de presentación. Justos de raza, casta y de fuerzas en general. 3º y 4º manejables.

Dámaso González (verde botella y oro). Silencio, silencio en el que mató por Carlos Durán y silencio tras aviso.
Luis Miguel Casares (morado y oro). Silencio, silencio y silencio tras aviso
Carlos Durán (marrón y oro). Resultó cogido en su primero.

Se desmonteró El Ruso tras parear al tercero. Parte médico de Carlos Durán: "Fractura desplazada del tercio distal de radio derecho, conocida como fractura de Colles. Se le redujo en la enfermería la lesión, bajo anestesia local, colocándosele una escayola. Pendiente de estudio radiológico. Pronóstico grave. Trasladado al Hospital La Fe".

La cara y la cruz de la segunda novillada de feria la protagonizó el valenciano Carlos Durán al sufrir una voltereta tremenda, cuando finalizaba la faena del tercero de la tarde. Percance que le supuso la fractura del tercio distal de radio derecho, lo que le privó de redondear, el trasteo más completo del festejo. Con uno de los únicos novillos de Barral que sirvió, Durán se lució en los lances de recibo a la verónica toreando con temple y mano baja a una res que tuvo las fuerzas justas pero nobleza y clase en buenas dosis. La calidad y gusto en la interpretación de su toreo, no las abandonó en toda la faena, empezada por estatuarios sin obligar al endeble novillo, para torear más tarde con sinceridad y clasicismo por ambas manos y siempre a favor del astado que se vino a menos en el último tramo del trasteo. Duran cuajó tandas en redondo y al natural siempre a media altura pero con clase, echando la muleta por adelante y enganchando la embestida sin enmendar terreno. Cuando intentaba engarzar un circular, le perdió la cara al novillo siendo volteado y fracturándose la mano derecha. Una pena porque tuvo el triunfo muy cerca.

El otro novillo manejable, del descastado, flojo y desrazado encierro de Barral con un remiendo de Los Chospes, le correspondió a Luis Miguel Casares. Este cuarto resultó manejable, y con él, Casares anduvo sobrado de facultades, muy por encima del novillo, cuajando una faena completa por ambos pitones en la que administró muy bien los tiempos e intentó lucirse siempre, interpretando un concepto del toreo clásico y de buen gusto. Su fallo a espadas malogró un trofeo. Con el que abrió plaza de Los Chospes, un oponente noble, flojo, justo de casta y fuerza y con medio recorrido fue casi imposible lucirse. Lo mejor, una estocada entera, perdiendo la muleta. Y con el cerró el festejo, sobrero también de Barral sexto, volvió a estar correcto intentando lucirse por todos los medios ante un novillo parado, mirón y que gazapeaba.

El manchego Dámaso González no tuvo demasiadas opciones ante un animal desrazado y parado y un quinto de igual condición venido a menos. A este le realizó la labor más entonada de las dos que protagonizó intercalando efectos damasistas con toreo, a ratos, un poco lucido.

Texto: Alfonso Sanfelíu
Imágenes: Paco Ferrís